Islam y cristianismo en La Moraña:
La
repoblación de Arévalo

Con la llegada del islam en el año 711, esta zona fue habitada por tribus norteafricanas de pastores beréberes. La población anterior existente tornó a convertirse al islam (muladíes) o a vivir bajo su control (mozárabes), si bien los datos de estas tempranas fechas son escasos más allá de topónimos como Tornadizos, Torneruelos, etc., en referencia a quienes cambiaron de religión. 

Más tarde, especialmente desde el siglo X, los reinos cristianos fijan sus fronteras en el río Duero y el sistema central, quedando Arévalo situado en la denominada extrema Durii o extremadura castellana, escenario de continuas incursiones o razzias. Como resultado de esta presencia musulmana, nuestra tierra, mantiene gran cantidad de topónimos geográficos y de núcleos de población entre los que destacan: Adaja, Zapardiel, Almenara, Moraña, Muriel.

Arévalo entra definitivamente a formar parte del reino cristiano hacia el año 1082, durante el reinado de Alfonso VI. Tras la conquista de Toledo en el año 1085, se afianzan las fronteras, siendo a partir del 1087 cuando la zona es repoblada de una forma definitiva y organizada por Raimundo de Borgoña, con francos, burgaleses, vasco navarros, palentinos o riojanos.

A partir de este momento tenemos los primeros datos históricamente documentados. En esos años de inicial repoblación Arévalo se sitúa dentro de la diócesis palentina. En 1111 las milicias del concejo estuvieron en la batalla de Valdespino, Segovia, defendiendo los pendones de Urraca y su hijo Alfonso. En el 1140, el Papa Inocencio II, confirma al obispo de Ávila la posesión y autoridad de Arévalo dentro del obispado abulense.

El siglo XII es el momento de construcción de sus iglesias (algunas de inicial estilo románico), puentes, monasterios, conventos, murallas y puentes. Muchas de estas obras constructivas gracias a la llegada de mano de obra mudéjar proveniente del sur que aumenta a la ya existente en la zona a causa de la invasión de los almorávides (principios del XII) y almohades (mediados del XII) lo que conformará el nacimiento del arte mudéjar en la zona.

Cuando Alfonso VII divide en 1157 los reinos de Castilla y León, Arévalo y su Tierra se sitúan en la frontera castellana con las tierras leonesas. En este momento nacieron muchas “torres almenaras” de carácter militar. En 1174 y 1178 está documentada la presencia de la Corte castellana en la villa. En aquella villa puramente medieval no tenemos constancia de la existencia de castillo alguno, pudiendo referirse a “la fortaleza” como la villa en su conjunto ya que el castillo actual es obra del siglo XV.

La participación de Arévalo en distintas campañas militares de conquista es variada como la efectuada en 1177 cuando las milicias concejiles participaron en la toma de Cuenca o en 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa. En esta ocasión, según la tradición, fue concedido el escudo de armas y el denominado fuero viejo. Dos años después, en 1214, muere el monarca Alfonso VIII en Gutierre-Muñoz, aldea de Arévalo, cuando se dirigía a Plasencia.

Arévalo es también conocida como la ciudad de los cinco linajes, por ser este el número de familias que se encargaron de organizar la repoblación y gobernar su tierra o alfoz:

  • Briceño: su escudo de armas tiene en campo de oro un águila coronada y en la orla que le rodea, las aspas de San Andrés. Fueron guardas del castillo y sus enterramientos y juntas se hicieron en Sta. María. Alguna de sus ramas se enterró en San Pedro, donde estuvo su primitiva casa solariega, después en San Francisco y desde el s. XVI en El Salvador.
  • Montalvos: su escudo en campo de plata con águila en el centro. Les fue encargada la custodia y defensa del puente de Medina.
  • Sedeño: escudo en campo de oro y en él un águila de oro. Fueron defensores de los dos postigos y castillejos de San Juan, junto a la iglesia del mismo nombre donde celebraron sus juntas y San José, en el actual mirador del Adaja. Su casa solariega está en la Calle de Sta. María y fundaron la desaparecida ermita de San José, junto al mirador.
  • Tapia: escudo de armas en campo blanco, con seis cuervos negros con picos y patas de oro. Tenían sus juntas el primer viernes de cada año en la iglesia de San Martín. –
  • Verdugo: escudo de armas en campo de oro, con un león rampante y por orla las aspas de San Andrés. Defensores de la “puente llana en el Adaja en la que, en el castillete de entrada, tenían su casa solariega. Tuvieron sus juntas el día de San Blas, que celebraban con fiesta de toros y juegos de cañas, y sus enterramientos en la desaparecida iglesia de San Esteban. Al desaparecer el templo, pasaron sus juntas, a San Martín y sus enterramientos al monasterio de San Francisco de la Observancia.

En 1250 conocemos detalles del arcedianato arevalense por un valiosísimo documento del cardenal Gil Torres donde la tierra de la villa aparece dividida en los tercios de Rágama, con 40 aldeas; Madrigal con 31 y la Vega con 30.

La villa entonces tenía unos 2.000 habitantes con once iglesias: San Miguel, San Martín, Santa María, San Nicolás, San Pedro, San Juan, Santo Domingo, San Salvador, San Esteban, San Andrés y La Magdalena en el arrabal del Almocrón (ermita de La Caminanta). En conjunto, el arcedianato o la Tierra de Arévalo tenía 1118 km2 y una población estimada en unos 18000 habitantes.

La agrupación de pueblos y aldeas formó lo que se denominó “universidad de la tierra de Arévalo”, organizada en unidades subcomarcales que se llamaron Sexmos. La primera noticia es del año 1219 y durante su existencia conocieron diversas reorganizaciones con fines administrativos, defensivos y recaudatorios, fueron el fundamento de la independencia y fuerza de los Concejos Castellanos.

No sería hasta comienzos del siglo XVII cuando el arrabal de Arévalo (séptimo sexmo), lugar donde se situaban los mudéjares y muchos de los judíos arevalenses, quedara agregado a la villa. En 1494 los Procuradores de la Tierra y el del Común del Arrabal, entran y toman asiento en el Concejo, junto al Común de la Villa. Pero la Villa y el Arrabal no se unificaron hasta bien entrado el s. XVIII. Los sexmos utilizaron como lugar de reunión la casa del ayuntamiento medieval en la Plaza de la Villa, hoy Museo de Historia de la ciudad. El ayuntamiento pasó en 1519 a las casas de a un “ensalmador” o curandero traumatólogo en lo que hoy es la Casa del Concejo y Centro de Interpretación de la Naturaleza en el arco del Arrabal.

Alfonso X el Sabio en 1256, confirma el 20 de junio a los caballeros de Arévalo el “Fuero de los Escudos” y Sancho IV en 1287 otorga en una Cédula Real el “Fuero de las Leyes” y otras concesiones, formando un cuerpo de privilegios que se llegaron a conocer durante mucho tiempo como “Fuero de Arévalo” en la actualidad desaparecido. En 1265 se forma la Hermandad de los Cabildos Eclesiásticos de las villas de Medina del Campo, Olmedo, Arévalo y Alba de Tormes, que está considerada de las primeras en su género.

Los siglos XII y XIII fueron de gran crecimiento y es el momento histórico donde surge esa maravillosa arquitectura mudéjar que es el sello arquitectónico tanto de la villa como de su tierra.

A lo largo de la historia de nuestra villa, tendría por parte de los nobles y reyes a la hora de protegerse, de tenerla como dote, como herencia, como simple posesión o como lugar de pacificación y negociaciones. Lo vemos también cuando en el reinado de Alfonso Xl de Castilla, su abuela María de Molina, se reune con los infantes Don Juan y Don Pedro, hermanos de los reyes Sancho IV y Femando IV con el fin de pacificar las disputas que habían surgido entre los seguidores de los infantes tutores del rey.

En 1353 Pedro I el Cruel, en los acuerdos matrimoniales cedía el señorío de la villa a Blanca de Borbón, su futura esposa. Al tercer día de su matrimonio celebrado en Valladolid el 3 de junio de 1353, Blanca fue recluida en el castillo, mientras él se reúne con su amante María de Padilla.

A lo largo de la Edad Media, la villa adquirió gran importancia como población y lugar de convivencia entre las tres religiones: judíos, mudéjares y cristianos. De los judíos arevalenses, la primera noticia es el “Padrón de Judíos” o “Padrón de Huete” de 1290, que tenía fines fiscales y fue ordenado por Sancho IV. En él se reconoce el pago al rey por esta villa de 12377 maravedíes que habrían de pagar los aproximadamente 400 judíos de la villa. Tras infinidad de ataques en algunos períodos, estas situaciones fueron recogidas en la pragmática de Arévalo de 1443 redactada en Arévalo por Juan II, tomando como fuente una bula del Papa Eugenio IV. Los judíos ocuparon en el momento final previo a su expulsión el barrio del Arrabal en el entorno de la iglesia de El Salvador y del río Adaja. Con anterioridad la población hebrea de Arévalo habría estado mucho más imbricada entre la población cristiana como demuestra el hecho de que su sinagoga se localizara en algún punto aún no identificado dentro de la villa amurallada y no en el Arrabal. Sus personajes, de los más relevantes, atestiguan sobradamente esta circunstancia histórica como el judío Mosé de León, autor de El Zóhar o Libro del esplendor, muerto en Arévalo en 1305. Fue el introductor de la kábala en Castilla, es decir, de esa gnosis mística hebraica de tanta importancia en el judaísmo. También es destacable Yosef ben Saddiq de Arévalo, autor del libro religioso Compendio recordatorio del justo. Tal era la importancia de la judería de Arévalo que, durante el reinado de Juan II, la minoría judía recibió el “ordenamiento” de las aljamas por medio de la Pragmática de Arévalo dictada por el monarca desde Arévalo en 1443, que suavizaba las presiones que contra ellos se ejercieron anteriormente.

Sobre la población mudéjar se estima que habitaron el barrio comprendido entre la calle Larga al Arevalillo a la plazuela de San Andrés a finales del siglo XV, es decir, de forma pareja a la judería, con una población de en torno a 250-270 mudéjares (10-12% de la población). La importancia de la aljama morisca arevalense es conocida a través de los datos del pago de impuestos a la Inquisición. El místico islámico llamado El Mancebo de Arévalo, nacido hacia el 1500. Importante por escribir la Tafçira, el Breve Compendio de Nuestra Santa Ley y sunna.

Clave es destacar a San Juan de la Cruz, que vivió tres años de su infancia en el barrio de San Pedro. Entre otras obras de la literatura religiosa, escribió el Cántico Espiritual, obra cumbre de la lírica mística

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