
De la prehistoria a los romanos
Es en el periodo calcolítico cuando tenemos los primeros datos documentados arqueológicamente sobre un poblado muy cercano a la ciudad, junto al río Adaja, en el lugar denominado Cantazorras – La Serna. Es el primer testimonio de pueblos sedentarios, capaces de guardar semillas para la siguiente época húmeda a la vez que alimentan los animales más dóciles de su entorno. Construyen sus casas de adobe y ramas recubiertas de barro. De aquel periodo, especialmente bella es su cerámica negra, generalmente lisa, con alguna decoración de mamelones de varios tamaños y formas, destacando los pequeños cuencos globulares espatulados de paredes finas.

Otros instrumentos testimonian el modo de vida de estas gentes, como puntas de flecha y otros útiles cortantes minuciosamente labrados en piedra, hachas pulimentadas, molinos barquiformes de granito y cuentas de collar. También se encontraron restos de la fauna que servía de alimentación a aquellos pobladores, como astas de ciervo o defensas de jabalí. Está fechado el yacimiento de Arévalo – Donhierro en torno al 2500-2000 a C. según el estudio de materiales que realizó el profesor Germán Delibes de Castro, de la Universidad de Valladolid. Aunque no hay certezas, fundamentalmente por la falta de hallazgos arqueológicos claros y sin descontextualizar, pudo ser ese momento el primer asentamiento humano en el promontorio del primitivo Arévalo, excelente emplazamiento defensivo donde surgiría mucho después el poblado original.
Aquel hallazgo del poblado y otro próximo a él, en el pago de El Ollar, con dos inhumaciones en cúbito supino rodeadas por piedras calizas, revelaron un cuchillo de cobre, dos leznas o punzones de cobre, 103 cuentas de collar de piedra, además de una amplia pieza de sílex tabular y una vasija fragmentada, que encajaron como propias de la cultura del vaso campaniforme del tipo Cienpozuelos. Estos datos van a la par con otros propios de la Edad del Bronce como fue el del hallazgo de Valhondo en Pajares de Adaja.
La cultura del vaso campaniforme se define por la aparición habitual de tres recipientes cerámicos negruzcos con una fina decoración incisa hechos a mano: vaso, cazuela y cuenco. Muchos de estos hallazgos se encuentran hoy en el Museo Provincial de Ávila. Los hallazgos localizados en el entorno de Arévalo sugieren un estado intermedio entre los enterramientos colectivos calcolíticos del Duero medio y las fosas individuales de la civilización de Cienpozuelos.
Entra posteriormente en la cuenca del Duero, ya en la Edad del Hierro, la segunda oleada de pueblos centroeuropeos de cultura celta y de lengua indoeuropea que, junto con los que estaban en nuestro suelo de la cultura del hierro, formarán los que denominamos pueblos celtibéricos, entre ellos, los Pelendones, Arévacos, Vettones y Vacceos.
Fueron estos últimos, los vacceos, quienes poblaban nuestra tierra a la llegada del mundo romano. Según las fuentes clásicas, la Tierra de Arévalo estaría integrada en el territorio de los vacceos, cuenca media del Duero y sus afluentes, aunque bien es cierto que, arévacos y vacceos tenían similar cultura material. La línea divisoria estaría entre el valle del Tormes, que era territorio de los vettones, y los del Adaja, Zapardiel y Trabancos que eran vaccecos. En las estribaciones de la sierra por el sur, comenzaría el territorio de los vettones. Hay restos arqueológicos en varios puntos del Adaja y en Muriel de Zapardiel, con hallazgos aislados fuera de contexto arqueológico.
De esta época tenemos testimonios como dos esculturas zoomorfas o «verracos». Este es el caso de la conocida como «marrana Cárdena», que representa una cerda, como culto mágico a la fecundidad, protección de la comunidad y del ganado. Esta pieza estuvo en un principio en la puerta del palacio de los Cárdenas desde donde pasó a su patio interior y, definitivamente, al palacio del General Ríos situado en la Plaza de San Pedro, donde reposa actualmente en su patio. Estos verracos están datados desde finales del s. V a.C hasta la romanización en el siglo I a.C.
Aunque el significado del nombre “Arévalo”, no está claro, sí lo es su origen celta. Entre las opciones valoradas se encuentran, por un lado, que derive de la voz celta «are-valón» que puede significar «junto al muro” o “barrera» según algunos autores. Otros consideran el nombre como «lugar entre ríos» o derivación de «arevaccei», que designa a los «vacceos del extremo» que la situaría el lugar más alejado del territorio de los Vacceos. Una tercera, más probable, nos indica que el origen de Arévalo esté en la palabra “acebo”, cuyo origen fue acrifulu la cual acabaría derivando en agrévalo. No es hasta el año 1090 cuando encontramos el primer testimonio escrito del nombre que se transformaría en Arevalum, vocablo ya latinizado y que nos aproxima al nombre definitivo, Arévalo.
No conservamos en nuestra ciudad restos del periodo de dominación romana. Únicamente atestigua la permanencia de un núcleo habitado el puente del camino de la Vega, cistas funerarias de granito (torre de San Miguel), algunos y restos de la calzada del siglo II que desde Ávila se dirigía al Duero paralela al Adaja. En las proximidades, tenemos más restos tangibles del paso de esta civilización, como los de la presa del Arevalillo en el lugar denominado «Pradera de los huevos» y los de varias villas de época tardía, como la de Almenara de Adaja-Puras, Magazos, etc. Del paso de los visigodos no tenemos más indicios en la comarca que los restos hallados en Bercial, Gutierremuñoz y Adanero, o topónimos como Cisla. Destaca principalmente, la villa romana de San Pedro del Arroyo con hasta 120 tumbas visigodas localizadas
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